23 de enero de 2017

Carta cuatro


Hola,

Hoy he visto nuestra ultima foto juntos. Allí estábamos los dos, sentados en aquella roca, mirando al infinito mientras que tu me hacías reír. Me ha resultado tan raro verme sonreír, que no recordaba ni como era esa sonrisa que tanto te gustaba.

Desde aquellos días, no lo he vuelto a hacer. No he tenido motivo alguno para ser feliz, porque tu eras el significado de la palabra felicidad y la razón de mi sonrisa.
Te  lo llevaste todo contigo, entre tus pertenencias, a un viaje sin regreso establecido.

Lo se, no hace falta que me lo repitas, pero no puedo. Tu fuiste todo para mi, mas de lo que jamas pude imaginar y no soy capaz de volver a encontrar a nadie como tu.
Llegaste de sorpresa, sin ningún tipo de aviso, me cogiste de la mano, miraste dentro de mi alma y reparaste todo el dolor con una simple sonrisa.

Y eso, tu lo sabes, no se encuentra por calle, eso te lo regala el destino.

Llevaba años sin ver nuestras fotos. Tenia miedo de los recuerdos, de sentimientos olvidados, de poder cambiar mis recuerdos.
Cogí la foto y me fui a esa roca, a ese mismo punto de hace mucho tiempo y mire el horizonte. Nada había cambiado, todo seguía intacto, como si el tiempo se hubiese detenido. Pero faltabas tu.

No lo pude evitar. Saque el mechero, encendí un cigarro y queme la foto. Mi mente no paraba de decirme que lo hiciese aunque mi corazón no estaba de acuerdo. Sentía que estaba no estaba haciendo lo correcto, y me arrepentí... Pero no había marcha atrás.

Cientos de trozos de cenizas volaban por el horizonte, libres, sin destino alguno, tal y como me enseñaste tu.
Es extraño, pero por un momento me sentí feliz, tranquilo. Millones de im´agenes nuestras sentados allí inundaron mi cabeza y una pequeña sonrisa se dibujo en mi cara. Respire profundamente, cerré los ojo y escuche tus ochos palabras susurradas en mi oído. Fue tan solo un instante, pero me sentí en paz conmigo mismo.

Nunca seras capaz de saber lo importante que fuiste para mi, para ese chaval roto que te encontraste por casualidad en tu camino. Tu me cambiaste, me enseñaste el valor de vivir, de sentir, de los pequeños detalles... De la vida.

Cuídate, aunque se que lo harás, yo solo te pido tiempo para reconstruirme ahora que creo que se el camino.

Te echo de menos.

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